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La Caja Fuerte guarda como primer cuento de Elsa de la Cruz a La Señorita de Portugal, relato que se configura en el contexto del realismo urbano y existencial. Los personajes enfrentan conflictos generados por fuerzas antagónicas a la medida de su naturaleza y condición. La sumisión de Jackeline Espantoso a un Marcelo sexópata, frío, indiferente y oportunista, delinea la búsqueda ingenua y esperanzada del compañero. Roberto y Lito con sus parejas (sus flacas) ganándose la vida con ocupaciones mediáticas como el el volanteo de zuela y sol por las calles hartas de contaminación propagandística. Sin embargo, la gran fuerza antagónica está en una ciudad gris, despiadada y llena de laberintos y huecos como el Latin Tatoo. Estos puestos mercantiles que no son otra cosa que trampolines de madera envejecida que puede servir de impulso a los ideales de quienes los transitan, o romperse con el propio peso de los sueños. La migración se evidencia en los efectos de la ciudad sobre los recién venidos con sus débiles anhelos.
En la pluma de Elsa, los espacios como los personajes están salpicados de un humor agridulce, de la sonrisa madónica de quien expone sus experiencias mezclándolas con la percepción de la ciudad: …) el tranvía llamado deseo se petrificó mas que el tren eléctrico de Lima / (…) el cielo de Lima había expectorado esa peste ploma del firmamento / (…) mi amor por Marcelo estaba ahora volando como una mosca / (…) mi amor asimiló el silencio / etc.
Técnicamente el cierre del relato es genial. Tanto así que yo hubiera titulado el cuento con el nombre de Hannah pues este personaje que nunca aparece y sólo es aludido, es quien gobierna el destino sentimental de Jackeline y Marcelo.
Saludo, pues, este relato por la contundencia de las palabras, por el uso del lenguaje cotidiano ajustado a las situaciones y a una fluida linealidad cuyo desenfado y sinceridad nos conmueve por sus adjetivaciones francas y precisas y por ese humor subterráneo que amplifica las connotaciones.
César Reyes Campos